Los vientos del olvido by Ángel Torres Quesada

Los vientos del olvido by Ángel Torres Quesada

autor:Ángel Torres Quesada
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ciencia ficción
publicado: 1995-08-09T22:00:00+00:00


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Esa noche las Siete Lunas formaron en el cielo un círculo con el gran disco blanco en el centro. Los satélites de tenue resplandor azul, púrpura, amarillo, verde, violeta e índigo brillaban como luciérnagas a su alrededor.

No conté a nadie lo que Mariem me dijo lo que pasaría horas después, y no sólo por fidelidad a ella, sino para no comprometerme más de lo que ya estaba si al día siguiente el enemigo no hacía acto de presencia.

Pero los frany acudieron a su cita con la profecía.

Y no aparecieron en un solo lugar, sino en varios. Y en ningún contingente había vagabundos desarrapados. Ni uno solo. Todos eran hombres y mujeres guerreros protegidos con aquellas armaduras tan poderosas, armados hasta los dientes.

Un halcón enviado por Amr trajo la mala nueva de que miles de guerreros avanzaban en dirección a Antioquía.

No habíamos terminado de preparar la marcha para reunimos con el ejército de Amr Huwayrib cuando otro halcón descendió en la tienda del rey Utman. En su segundo mensaje, el rey de Amran informaba que miles de guerreros habían entrado en su territorio y avanzaban a lomo de extrañas monturas en dirección a Esmirna.

De Jalib al-Abbar no tuvimos noticias hasta muchas horas más tarde, cuando nos enteramos que había dado media vuelta y se retiraba a su ciudad, rompiendo el dispositivo de defensa. El maldito cojo no había tardado en faltar a su promesa de servir con lealtad a la alianza. ¡Dios le pediría cuentas por su vil acción el día del Gran Juicio!

Se hicieron muchas conjeturas sobre su deserción. A mí se me ocurrió que el Tullido, temiendo por la seguridad de su ciudad, había regresado con la idea de reforzar la escasa guarnición que había dejado para defenderla. Pero pronto nos enteramos de que su propósito era otro, aún más ruin que cualquiera que hubiéramos pensado.

Una vez convencido de que el monarca de Esmirna era un miserable, no me fue difícil hilvanar sus andanzas desde que nos abandonó y regresó a Esmirna. Su retorcida mente, ducha en tramar intrigas y traiciones, ideó un plan para sacar provecho de la tempestad que estaba a punto de abatirse sobre los creyentes.

Según me contó un soldado moribundo, que perteneció a su escolta personal, al que abandoné en el camino cuando su corazón dejó de latir, Jalib llenó un carro con oro, tapices, sedas y joyas. Su intención no era otra que ofrecer tan rico presente al caudillo del ejército cristiano que se aproximaba a Esmirna, confiando en que rindiéndole pleitesía salvaría el cuello y su reino.

Jalib estaba convencido de que el monarca cristiano no rechazaría su oferta, pues además de riquezas estaba dispuesto a ofrecerle ayuda en su campaña de conquista como su más fiel servidor.

No vaciló en ponerse al frente de la comitiva que había preparado para parlamentar en persona con el cristiano. Se hizo acompañar por sus generales, por algunos cadíes y una docena de hermosas jóvenes que pensaba incluir en el lote de regalos que iba a ofrecer al conquistador.



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